jueves, 17 de septiembre de 2015

Pecado de madre


Comencemos derribando un mito: eso de que este gobierno, particularmente este gobierno, tiene una baja aceptación ciudadana. Eso no es así. Los que llevamos años interesados en esto de la política podemos dar fe de un par de datos al respecto:

Primero. No ha habido gobierno en estos últimos veinte años que durante sus primeros dos años no haya marcado una baja aprobación ciudadana. Pasó con Eduardo Frei Ruiz-Tagle, a quien durante todo su gobierno la gente le reprochó el que pasase más fuera que dentro del país (eso si, hoy todos disfrutan callados de las bondades que entregaron los diferentes Tratados de Libre Comercio firmados entonces), pasó con Ricardo Lagos, con el primer mandato de Bachelet y también con Sebastián Piñera.

La diferencia radica quizás en que dicha aprobación ha ido marcando números cada vez menores. Si Lagos y Bachelet nunca bajaron en las encuestas del 40% (¡Aquello se consideraba bajo en ese entonces!), Sebastián Piñera llegó en algún momento a ser aprobado únicamente por el 29% y hoy Michelle Bachelet se ha anotado con una cifra menor aún. Es decir, con el paso de los años la aprobación ha disminuido. Pero ojo a algo: también ha disminuido la participación electoral, de hecho, en las encuestas la gente evalúa mal a todos los sectores políticos. En palabras simples: fuese quien fuese gobierno, en materia de encuestas las cosas no serían muy distintas a estas alturas. Sobretodo considerando el contexto político que hoy vivimos, marcado por diversos escándalos de financiamiento electoral.

Y segundo. Si bien todos los gobiernos han comenzado con una baja aprobación, poco a poco han ido repuntando esos números hasta finalizar bastante arriba. En simple: a la gente le baja el cariño entrado el tercer año. Pasó con Lagos (que terminó siendo aprobado por un 70% en las encuestas), Bachelet y también con Sebastián Piñera (que terminó su gobierno por sobre el 50% de aprobación). No me extrañaría entonces que entrado 2016 todos estos numeritos que a tantos hoy escandalizan comenzasen a subir.

Ahora, independiente de todo esto, nadie podrá negar el que Michelle Bachelet quedó muy mal parada tras el incidente vivido por su hijo Sebastián Dávalos, sobretodo tras su reacción (o más bien la falta de esta) una vez conocido el abuso de poder cometido por el mencionado. A Bachelet se le critica el haber reaccionado como madre y no como Presidenta de la República y dicha crítica me parece válida. Debió ser más enfática, condenar con claridad los hechos, y no limitar su análisis a un "yo no sabía nada". Se equivocó, perjudicó con esto su imagen y pagará el error, pero de ahí a decir que este gobierno ha sido un desastre....  mucha distancia. Tiempo al tiempo. 

sábado, 25 de julio de 2015

Segundo Tiempo


Nobleza obliga: no voté por Michelle Bachelet, ni en 2005 ni en 2014. Ni en primera ni segunda vuelta. No le creía, su pasado la desaprobaba frente a mis ojos, sin embargo, me declaro satisfecho (hasta ahora) con este, su segundo mandato. 

Por Esteban Martínez Covarrubias

Lo dicho, no voté por ella, simplemente no la creía capaz de enfrentarse a los poderosos de este país. No había sido capaz en 2005, menos lo sería ahora - era mi pensamiento en tiempos de elecciones. Pero los hechos han hablado y siendo bien concretos: el ver a los poderes fácticos actuar, sacando todo su arsenal mediático e incluso deteniendo el crecimiento del país de manera sostenida nos habla de que claramente las reformas de Michelle Bachelet tocaron las teclas precisas. Lo cual me parece digno de destacar: por primera vez desde el regreso a la democracia un gobierno se ha atrevido a cambiar las reglas que hasta ahora favorecían sólo a unos pocos. 

Pero no podía ser de otra manera. Ellos, la derecha económica y política, no quería cambios. El Chile de los últimos treinta años les acomodaba como anillo al dedo. Un país segregado, injusto y desigual, un país con servicios básicos penosos, con educación, salud y pensiones decentes únicamente para quien puede pagar por aquello. Un país con una abrumadora concentración económica y monopolios en prácticamente todos los sectores de inversión del país. Es lógico entonces que frente a una Reforma Tributaria que buscase imponer algunos márgenes mínimos, el empresariado reaccionase amenazando con un frenazo en la economía. Y bueno, a la luz de los hechos queda claro el que cumplieron su palabra.

Tampoco les gustó la Reforma Educacional. ¿Cómo les iba a gustar el que se buscase controlar el negociado que cientos de sostenedores han sostenido durante tres décadas mediante sus cadenas de colegios con subvención estatal? ¿O que la gratuidad en la educación superior no llegase a las universidades con fines de lucro? Evidentemente la derecha política y económica se opondría, con apoyo incluso de algunos sectores de la Democracia Cristiana. Y de la Reforma Laboral ni hablar. Entregarle poder de negociación real a los trabajadores del país resulta un espanto para un sector que ha sostenido el sartén por el mango desde hace demasiado tiempo. 

Durante treinta años ellos han mandado en Chile, imponiendo sus reglas a antojo y encontrando en el Congreso todo el apoyo posible. Los resultados, sin embargo, no han sido positivos para la mayoría del país. Chile no es un país de miserias pero si es una nación que se ha acostumbrado a entender derechos básicos como un privilegio de sólo algunos y aquello debe acabar. La realidad habla de todos modos de un país que en este momento encuentra detenida la inversión y económicamente está inmovilizado a la espera básicamente de lo que ocurra con la Reforma Laboral. El gobierno de Michelle Bachelet presionó las teclas precisas pero el perro no tardó en ladrar y amenazar al amo. ¿Cederá el gobierno? Todo parece indicar que en materia laboral no se podrá conseguir todo lo que en un inicio se había soñado y también habrá que ver si en educación se sostiene con firmeza lo propuesto hasta ahora. 

miércoles, 3 de junio de 2015

Carrera Docente

Lo expresé tiempo atrás en otra columna pero dadas las nuevas manifestaciones llevadas adelante por el Colegio de Profesores, liderados por Jaime Gajardo, debo repetir el concepto: sigo sin entenderlos. 

Hablemos en claro, mencionemos sin entrar en demasiado detalle la propuesta que este gobierno está intentando impulsar en relación a la carrera docente:

- Actualmente los profesores en el sector público no alcanzan a ganar 700 mil pesos brutos por un contrato de 44 horas semanales. El ministerio propone elevar a 950 mil esta cifra y a 800 mil por 37 horas de trabajo (24 en la sala de clases, 13 horas no lectivas). Hablando en claro, un profesor por jornada completa pasaría a ganar desde 550 mil pesos a 800 mil pesos líquidos. ¿Digno, no?

- El gobierno propone cinco tramos para los profesores: inicial, temprano, avanzado, superior y experto (los primeros tres tramos obligatorios, los otros dos voluntarios), en donde el paso por cada categoría provocaría un alza importante en sus remuneraciones. Este "ascenso" podría darse cada cuatro años pero para esto un profesor debería acreditarse, es decir, someterse a una evaluación

- En relación a los docentes recién egresados, estos no ejercerían la profesión de inmediato sino que realizarían un año de labor en acompañamiento de un docente de mayor experiencia. 

- En cuanto a la formación de profesores: la prueba INICIA se tomaría a mitad de la carrera de pedagogía y esta no sería inhabilitante (es decir, un mal resultado no le impediría a un estudiante terminar su carrera), también se establecería una exigencia mínima de 500 puntos en la PSU para estudiar la carrera de pedagogía (la idea sería llegar a 2020 con una exigencia de 550 puntos PSU y el encontrarse dentro del 30% superior en materia de ranking de notas) y finalmente las Escuelas de Pedagogía deberían estar a futuro todas acreditadas, aquellas que no lo estén no podrían impartir la carrera. 

Entonces, siendo francos: ¿Son negativas estas medidas? ¿Alguien podría decir que dañan el sistema educativo actual? ¿O más bien apuntan a mejorar notablemente las condiciones laborales de los profesores pero asegurando al mismo tiempos estándares mínimos de calidad? 

Sin embargo, qué es lo que propone el Colegio de Profesores (o porqué se oponen a este proyecto en las calles): ellos desean que las alzas de sueldo o tramos sean automáticas a través del tiempo, es decir, que cada dos o cuatro años un docente vea su remuneración aumentada pero sin una evaluación de por medio. Jaime Gajardo ha dicho que los profesores egresados ya han sido evaluados y que es poco menos una falta de respeto el desconfiar tan seguido (cada cuatro años) de sus conocimientos 

¿Es sensato pedir algo así? ¿En qué profesión asciendes de cargo sin algún tipo de evaluación? El que no quiere ver que no vea, pero para mi está claro: se siguen equivocando los profesores. 

lunes, 23 de febrero de 2015

Descrédito total.


No hay peor síntoma que la pérdida del hambre, el abandono de una pasión. Sin hambre te acomodas y sin darte cuenta olvidas lo que algún día fuiste, o 'lo que quisiste ser'. Algo así es lo que ocurrió con la clase política chilena, la cual recuperó la democracia en 1990 tras 17 años de dictadura pero acabó acomodándose a una realidad limitada por los márgenes establecidos en dicho régimen. Fue así como los sueños de muchos fueron aplastados uno a uno por la realidad. Nos olvidamos del fortalecimiento de una educación y salud pública, dejamos todo en manos del mercado (absolutamente todo), y establecimos un sistema salvaje, una selva que encubrió el abuso y la barbarie bajo la palabra libertad.

Se acomodó la Concertación, se asentó la derecha mano a mano con los poderes económicos y sin darnos cuenta Chile se transformó en un fundo con patrones de distintos colores. De ahí que no extrañe en absoluto que hoy transversalmente la política nacional se encuentre manchada por escándalos relacionados con el financiamiento ilegal de campañas electorales, evasión de impuestos y licitaciones fraudulentas que incluso han llegado hasta la presidenta Michelle Bachelet, cuyo hijo, Sebastián Dávalos, se ha visto envuelto en un vergonzoso caso de uso de influencias con fines millonarios. Aquí no se salva nadie, por más que en la Nueva Mayoría intenten convencernos de que los malos están en la otra vereda la realidad demuestra que por una u otra, la suciedad es transversal, como viene siendo desde hace casi treinta años. 

Mentiras tras mentiras y a estas alturas el descrédito es total, frente a la opinión pública esto es prácticamente insalvable y plantea una cruda pero necesaria pregunta: ¿quienes irán a votar en 2018? A favor del mundo político corre el que la población chilena tiende a ser de memoria corta, es decir, estos escándalos podrían ir desapareciendo con el tiempo de la memoria colectiva, sin embargo el nexo entre la política y el dinero es estrecho, esto podría quedar acá o ser solamente la punta del iceberg. Tiempo al tiempo pero el escenario es complejo y tiende a ser dramático.